“DEDICADA…A LOS EMIGRANTES SUDAMERICANOS”
(IV)
La joven se levantó…
Y estrechó su cerco.
Cual galope frenético…
De una indigente caballería…
Atacando indiferente...
Sin atino ni acierto...
Los muros... De un castillo del Medioevo.
Temblando de codicia insana…
Acaricie aquellos… Frutos arrolladores.
Eran suaves como la seda...
Que ardían como el fuego.
Mis labios se sumergieron…
Impacientes por beber…
De aquel fruto virginal…
Donde la naturaleza nace.
Preñado de sabores insólitos...
Escondiendo su tesoro.
Mis ojos, se sumergían en las aguas placenteras…
De aquellos otros...
En donde solo veía promesas.
¡Una y mil veces!... La hice mía.
Ese fue mi consuelo... Mis alegrías.
Su virginal cuerpo...
Fue profanado…
Más ella… Continuaba y proseguía…
Incólume, insaciable...
Gritando con osadía...
La rebelión de su cuerpo.
¿De la Gloria? ...¿Del Infierno?...
¿De la vorágine, de sus propios sentimientos?
Noté a faltar el aire...
Y el fresco, aliento en mi cuerpo.
La gloriosa aldeana...
Ardía a fuego lento.
Al cabo de muchas horas…
De descansar casi inerte…
Desperté y de repente… Noté su ausencia...
La pastora era ausente.
¡Quise gritar su nombre!...
Más recordé, que en amor no cabía.
Me levanté como pude...
¿Para qué gastar saliva?...
Que los sueños, sueños son...
Y no tienen más salida.
(
La joven se levantó…
Y estrechó su cerco.
Cual galope frenético…
De una indigente caballería…
Atacando indiferente...
Sin atino ni acierto...
Los muros... De un castillo del Medioevo.
Temblando de codicia insana…
Acaricie aquellos… Frutos arrolladores.
Eran suaves como la seda...
Que ardían como el fuego.
Mis labios se sumergieron…
Impacientes por beber…
De aquel fruto virginal…
Donde la naturaleza nace.
Preñado de sabores insólitos...
Escondiendo su tesoro.
Mis ojos, se sumergían en las aguas placenteras…
De aquellos otros...
En donde solo veía promesas.
¡Una y mil veces!... La hice mía.
Ese fue mi consuelo... Mis alegrías.
Su virginal cuerpo...
Fue profanado…
Más ella… Continuaba y proseguía…
Incólume, insaciable...
Gritando con osadía...
La rebelión de su cuerpo.
¿De la Gloria? ...¿Del Infierno?...
¿De la vorágine, de sus propios sentimientos?
Noté a faltar el aire...
Y el fresco, aliento en mi cuerpo.
La gloriosa aldeana...
Ardía a fuego lento.
Al cabo de muchas horas…
De descansar casi inerte…
Desperté y de repente… Noté su ausencia...
La pastora era ausente.
¡Quise gritar su nombre!...
Más recordé, que en amor no cabía.
Me levanté como pude...
¿Para qué gastar saliva?...
Que los sueños, sueños son...
Y no tienen más salida.
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