"HOMBRE OBJETO".
"EL MACARRA Y LA MARQUESA".
"Encontráronse una vez;
una dama de altos vuelos,
con limosina y señuelo,
y un varón con condición.
- Hola señora marquesa;
qué belleza y cuanto honor.
- Dejese de adulación;
olvide el pitorreo...
Y atengamos la cuestión.
A ello que contestó;
el mancebo sardinero:
- Falta me hace el dinero;
y lo hago con razón,
como hace el camionero...
Por su queso y su jamón.
A esto que preguntó,
la gran dama de altos vuelos:
- ¿Qué decis, ajustador;
que calmais y reparais,
con la ficción buena cara,
siendo la verdad mejor?.
Me han hablado buenas gentes;
siendo mi hija cliente,
sacrilega incipiente...
Siendo mi yerno un pendón.
- Señora: Penitente y confesor,
ambos son, reticentes,
no hablan entre las gente...
Del que pecó y confesó.
No hay deuda, ni deudores;
por qué aspirar a Doctores...
Si quedaria inocente.
-No crea la gente boba;
que por ser una Marqueza,
a mi las carnes me estorban,
con sus pechos y flaquezas.
Mis carnes, aún son prietas;
y mi culo, respingón.
Digo;
lo que nunca pude ser,
por más que quise decir,
pues llamo al escribir...
Nada que puedan leer.
- La comprendo bella dama;
y conozco a la mujer.
Bello jardin sin clavel,
sin que nadie, colabore,
por matizar dos colores,
y va el rojo por doquier.
La Marqueza vá de tóno;
y le responde otra vez.
- Experiencia has de tener;
gozando diez mil amores,
perfumando cien mil flores,
en vez de jardin... Edén.
Contesta el afortunado;
que ni es loco ni tarado.
- Lo justo que es menester;
y lo que sobra, reparto,
con rosa, yantina y llanto,
viniendo a merecer...
Mis besos y arrebatos.
Ms caricias son de miel;
mis besos, son otro tanto,
mi mano un tierno clavel...
Que se engarzan en geranios.
La dama le replicó;
a tan ardiente fulano.
- No es modesto que digamos;
si me puede merecer,
hija tengo y de arrebatos...
Me hacen palidecer.
¿Podemos hacer un trato?;
si creo que he de entender,
los besos y arrebatos...
De un amante ardiente y fiel.
- ¡¡ Señora, vos también!!?...
- ¿¡¡Qué insinuais malandrin,
cascarón con aserrin!!?.
¿Es que no serias capaz;
teniendo yo treinta “tacos"?,
arrullarme, acariciarme...
Dandome felicidad.
Soy como la tierra;
que clama el transplante,
como el surco anhelante,
espera, la semilla del amante.
Le contestó el macarrón;
todo lleno de emoción:
- He de contemplar el jardin;
¿puede quitarse el batin,
para verle sus encantos?.
La dama se lo pensó;
dudando solo un instante,
y luego se desnudó.
- Como podrás apreciar;
no tengo mis veinte años,
y de experiencias no hablo,
con un marido tan blando.
El macarrón se hace mechas;
contemplando tal belleza...
Que fomenta su ilusión.
- No importa;
traspasaré mis secretos,
entrecijos y entrecejos,
a dama tan singular...
Aunque me deje el pellejo.
Quiero admirar;
un Otoño tardio,
una flor sin su rocio...
De un ocaso sin Sol.
Extansiar tu poderio;
admirando tu delirio,
y la firmeza del dolor.
Quiero apreciar;
esos pechos turgentes,
nacimiento de placeres,
de óvalos amarronados...
Desafiantes e hirientes.
¡¡Quiero besar su boca,
quiero acariciar su cuerpo!!...
Y contemplar su liso vientre.
Quiero ver;
esplendoroso amanecer,
que luce como el crisol,
su rica y fecunda miel...
En su ardiente Sol.
Como ardiente paloma;
que se pierde en el trigal,
en un frio oscurecer.
La dama en cuestión;
creyó palidecer.
- Jamás he creido oir;
susurro tan singular,
en una boca de varón...
Me hace tirititar.
Como macarra;
y yó como pendón,
me acuerdo de mi marido,
que es bujarra y es cabrón.
Y tras leves titubeos;
cayó por tierra el batin,
que portaba un camafeo...
Con oro, perlas y postin.
Le siguieron los zapatos;
de fino y alto tacón,
con vaivienes de teatro...
Se deshizo del reloj.
- Estoy pasando un mal rato;
se dirigió al varón.
Más este no consintió...
Que paralizase el acto.
Siguió la dama en cuestión;
dejandose de boatos.
Quitose el sujetador;
y el varón quedó asombrado.
- ¿Qué mirais con tanto ardor?;
estoy pasando un mal trago.
-¿Que contemplais?;
mis flácidos pechos,
que fueron duros y turgentes...
Y centrados, por derechos.
- Señora;
son como dos firmamentos,
su cuerpo y sus hechuras,
son dos rosas de hermosura,
prodigio de la Natura...
Del placer y sentimiento.
- ¿¡¡Vos;
que habeis catado mil infantas!!?,
queda seca mi garganta...
Ante tal aberración.
El macarra contestó:
- Sois bella a fe mia,
y no concuerda villania,
no comprendiendo al esposo,
a no ser que sea ciego,
para admirar lo hermoso...
Que encierra todo su cuerpo.
- No es ciego, sino capón;
y no dándome remedio,
lo tengo que buscar yó.
Mi hija me habló de vos;
porque su marido es ciego,
también me lo advirtió...
Que sois, respondón del bueno.
Y el macarra respondió:
- Teneis la piel con aróma,
con esencias de jasmin.
¿Quién me lo iba a decir?...
De tal palo tal carcoma.
Vuestros labios;
y vuestro cuerpo,
son mil rosas tempranas,
un clavel por cada beso...
En una dulce madrugada.
Yó como buen jardinero;
me cardo muy bien la lana,
aunque a veces, voy muy tieso,
por que arrean la badana.
Cuido la tierra feliz;
que abandonan los primeros,
por ser capones y ciegos...
De tanta hermosura echada.
Moraleja:
Si quieres cambiar de plato;
y te aburren las lentejas,
no es comida de viejas,
siempre habrá mil boniatos...
Que te los coloque...
Entre ceja y ceja.
Te harán un pobre teatro;
tirándote bien las tejas,
y ese, no es buen retrato...
Para un Marqués de la tierra".
"HOMBRE OBJETO".
una dama de altos vuelos,
con limosina y señuelo,
y un varón con condición.
- Hola señora marquesa;
qué belleza y cuanto honor.
- Dejese de adulación;
olvide el pitorreo...
Y atengamos la cuestión.
A ello que contestó;
el mancebo sardinero:
- Falta me hace el dinero;
y lo hago con razón,
como hace el camionero...
Por su queso y su jamón.
A esto que preguntó,
la gran dama de altos vuelos:
- ¿Qué decis, ajustador;
que calmais y reparais,
con la ficción buena cara,
siendo la verdad mejor?.
Me han hablado buenas gentes;
siendo mi hija cliente,
sacrilega incipiente...
Siendo mi yerno un pendón.
- Señora: Penitente y confesor,
ambos son, reticentes,
no hablan entre las gente...
Del que pecó y confesó.
No hay deuda, ni deudores;
por qué aspirar a Doctores...
Si quedaria inocente.
-No crea la gente boba;
que por ser una Marqueza,
a mi las carnes me estorban,
con sus pechos y flaquezas.
Mis carnes, aún son prietas;
y mi culo, respingón.
Digo;
lo que nunca pude ser,
por más que quise decir,
pues llamo al escribir...
Nada que puedan leer.
- La comprendo bella dama;
y conozco a la mujer.
Bello jardin sin clavel,
sin que nadie, colabore,
por matizar dos colores,
y va el rojo por doquier.
La Marqueza vá de tóno;
y le responde otra vez.
- Experiencia has de tener;
gozando diez mil amores,
perfumando cien mil flores,
en vez de jardin... Edén.
Contesta el afortunado;
que ni es loco ni tarado.
- Lo justo que es menester;
y lo que sobra, reparto,
con rosa, yantina y llanto,
viniendo a merecer...
Mis besos y arrebatos.
Ms caricias son de miel;
mis besos, son otro tanto,
mi mano un tierno clavel...
Que se engarzan en geranios.
La dama le replicó;
a tan ardiente fulano.
- No es modesto que digamos;
si me puede merecer,
hija tengo y de arrebatos...
Me hacen palidecer.
¿Podemos hacer un trato?;
si creo que he de entender,
los besos y arrebatos...
De un amante ardiente y fiel.
- ¡¡ Señora, vos también!!?...
cascarón con aserrin!!?.
¿Es que no serias capaz;
teniendo yo treinta “tacos"?,
arrullarme, acariciarme...
Dandome felicidad.
Soy como la tierra;
que clama el transplante,
como el surco anhelante,
espera, la semilla del amante.
Le contestó el macarrón;
todo lleno de emoción:
- He de contemplar el jardin;
¿puede quitarse el batin,
para verle sus encantos?.
La dama se lo pensó;
dudando solo un instante,
y luego se desnudó.
- Como podrás apreciar;
no tengo mis veinte años,
y de experiencias no hablo,
con un marido tan blando.
El macarrón se hace mechas;
contemplando tal belleza...
Que fomenta su ilusión.
- No importa;
traspasaré mis secretos,
entrecijos y entrecejos,
a dama tan singular...
Aunque me deje el pellejo.
Quiero admirar;
un Otoño tardio,
una flor sin su rocio...
De un ocaso sin Sol.
Extansiar tu poderio;
admirando tu delirio,
y la firmeza del dolor.
Quiero apreciar;
esos pechos turgentes,
nacimiento de placeres,
de óvalos amarronados...
Desafiantes e hirientes.
¡¡Quiero besar su boca,
quiero acariciar su cuerpo!!...
Y contemplar su liso vientre.
Quiero ver;
esplendoroso amanecer,
que luce como el crisol,
su rica y fecunda miel...
En su ardiente Sol.
Como ardiente paloma;
que se pierde en el trigal,
en un frio oscurecer.
La dama en cuestión;
creyó palidecer.
- Jamás he creido oir;
susurro tan singular,
en una boca de varón...
Me hace tirititar.
Como macarra;
y yó como pendón,
me acuerdo de mi marido,
que es bujarra y es cabrón.
Y tras leves titubeos;
cayó por tierra el batin,
que portaba un camafeo...
Con oro, perlas y postin.
Le siguieron los zapatos;
de fino y alto tacón,
con vaivienes de teatro...
Se deshizo del reloj.
- Estoy pasando un mal rato;
se dirigió al varón.
Más este no consintió...
Que paralizase el acto.
Siguió la dama en cuestión;
dejandose de boatos.
Quitose el sujetador;
y el varón quedó asombrado.
- ¿Qué mirais con tanto ardor?;
estoy pasando un mal trago.
-¿Que contemplais?;
mis flácidos pechos,
que fueron duros y turgentes...
Y centrados, por derechos.
- Señora;
son como dos firmamentos,
su cuerpo y sus hechuras,
son dos rosas de hermosura,
prodigio de la Natura...
Del placer y sentimiento.
- ¿¡¡Vos;
que habeis catado mil infantas!!?,
queda seca mi garganta...
Ante tal aberración.
El macarra contestó:
- Sois bella a fe mia,
y no concuerda villania,
no comprendiendo al esposo,
a no ser que sea ciego,
para admirar lo hermoso...
Que encierra todo su cuerpo.
- No es ciego, sino capón;
y no dándome remedio,
lo tengo que buscar yó.
Mi hija me habló de vos;
porque su marido es ciego,
también me lo advirtió...
Que sois, respondón del bueno.
Y el macarra respondió:
- Teneis la piel con aróma,
con esencias de jasmin.
¿Quién me lo iba a decir?...
De tal palo tal carcoma.
Vuestros labios;
y vuestro cuerpo,
son mil rosas tempranas,
un clavel por cada beso...
En una dulce madrugada.
Yó como buen jardinero;
me cardo muy bien la lana,
aunque a veces, voy muy tieso,
por que arrean la badana.
Cuido la tierra feliz;
que abandonan los primeros,
por ser capones y ciegos...
De tanta hermosura echada.
Moraleja:
Si quieres cambiar de plato;
y te aburren las lentejas,
no es comida de viejas,
siempre habrá mil boniatos...
Que te los coloque...
Entre ceja y ceja.
Te harán un pobre teatro;
tirándote bien las tejas,
y ese, no es buen retrato...
Para un Marqués de la tierra".
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